Su belleza podría haber sido una baza capital.
Lo imaginamos criado en el aire fresco de Texas, su piel esponjosa...
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Su belleza podría haber sido una baza capital.
Lo imaginamos criado en el aire fresco de Texas, su piel esponjosa rozando las espigas de trigo, sus pestañas curvadas luchando con gracia contra el sol cegador. Un Macadam Cowboy perdido en el asfalto de las ciudades. Un pescador sin red, hecho para morder anzuelos ajenos, para creer en su suerte sin aprovecharla nunca, para causar estragos y olvidar los estragos del tiempo. Rejuvenecedor para las mujeres emperifolladas, sustancia para las fiestas nocturnas o paseo por el parque para las fortunas de Palm Beach, su esplendor se consumía al servicio de los demás.
Pescador sin sedal, estaba hecho para picar anzuelos ajenos, para creer en su suerte sin apoderarse nunca de ella Fat Electrician en su casa de Nueva Jersey, puso su talento al servicio de su decadencia. Para celebrar esta belleza inconversa, hacía falta un vetiver espléndido.
Una oda al erotismo vintage. Antoine Maisondieu lo quería blanco, metálico, plateado como el verde ancestral de las hojas de olivo. Pero también dulce, regresivo, adictivo como una crema de castañas - vaina de vainilla, opoponax y mirra en las notas de fondo.
Extremadamente concentrado, resinoso, crudo a más no poder, debía expresar una sensualidad contrastada. Porque toda belleza lleva en sí el anuncio de su finitud.
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